Vivimos tiempos electorales en los que todo se vale. A todos nos consta que cada uno de los cuatro candidatos le ha aventado todo el lodo que ha podido al otro. El que no va a caer en provocaciones, el amoroso, la que es un pan de Dios solo porque es mujer y hasta el que usa la palabra "político" como si fuera mentada de madre argumentando que él es un ciudadano, los cuatro se han apoyado de la guerra sucia. No es para menos, pues es la silla presidencial lo que todos buscan y pareciera que aquí no ganará el mejor, sino el que salga menos raspado de las situaciones.
En toda esa amplia gama de estira y afloja, una de las mañas que los candidatos han usado es la famosa manipulación de encuestas o "encuestas cuchareadas". Los medios que favorecen a Peña Nieto dicen que él arrasa en preferencias electorales. Lo mismo pasa con los medios de izquierda, algunos de los cuales juran que le pisa los talones al priista, otros que ya lo rebasó. Josefina asegura lo mismo. ¡Imagínense! Solo falta para llegar al absurdo que el señor Quadri salga diciendo que después del segundo debate, ya está arriba de los otros tres.
Entonces nos preguntamos ¿Para qué se falsean las encuestas? Si yo ya tengo decidido mi voto, de nada sirve que tal o cual periódico diga que el otro candidato va ganando. Pero efectivamente, la gente que ya decidió es harina de otro costal. Las encuestas falseadas no están dirigidas a esos sectores. En su lugar, están pensadas para un tipo de público aún indeciso.
La lógica es la siguiente: aún no decido si votar por Josefina o Andrés Manuel. Después veo la encuesta del periódico Reforma en la cual se ve que él está arriba de ella; luego entonces me decido por López Obrador ya que él tiene más posibilidades que Vazquez Mota. Ese es el truco de la manipulación, por lo menos en mi opinión. Y es que, ¿En verdad le serviría una encuesta cuchareada a alguien que cree fervientemente en su candidat@? Yo no lo creo.
Pero, ¿esta medida funcionaría? ¿En verdad una encuesta tiene el suficiente poder como para inclinar la balanza hacia uno de los presidenciables? No puedo dar respuesta a ello, pero es claro que se verá dentro de algunos días, cuando los indecisos ya no lo sean.
Como sea, creo que sobrevaloramos las encuestas. Las tomamos como si fueran simulacros electorales en las que toda la población mexicana emite su opinión. Debemos ser conscientes que, en muchas ocasiones, las encuestas son muy poco confiables. Para realizarlas, toman solo una pequeña parte de la población y hay muchas más variables a considerar.
Servando de Mier.
Las herejías de Mier
lunes, 11 de junio de 2012
lunes, 4 de junio de 2012
El sufrimiento en la vida (y la historia)
La sociedad actual vive del sufrimiento. Parece escandaloso decirlo, pero es cierto. ¿No me creen? Pongamos un ejemplo simple.
¿A qué se dedica un médico? Cura enfermedades, obviamente. El sueño de todo médico serio y comprometido es acabar con nuestras grandes enfermedades: el cáncer, la diabetes y hasta el VIH. Sin embargo, nadie se ha puesto a pensar en lo que pasaría cuando las enfermedades desaparezcan de la faz de la tierra. Si eso pasa, ya no habrá necesidad de los médicos. ¡Ah! -me dirán- pero el caso de los médicos es especial. Bien, pongamos otro ejemplo: el de los abogados. Si la sociedad funcionara como debería de funcionar, no habría problemas que resolver, y los abogados saldrían sobrando (por lo menos la gran mayoría de ellos).
Podríamos citar más ejemplos de profesiones como éstas, las profesiones que viven de los problemas sociales de la humanidad. Si a cada disciplina le quedó el saco, que se lo ponga. Y es que visto así, pareciera que toda la vida la hemos dedicado a terminar con los grandes males que nos aquejan. Y entonces viene la pregunta incómoda, esa que tantos problemas y desvelos les ha causado a los pensadores: ¿Es posible una sociedad sin sufrimiento? ¿Es posible la sociedad perfecta? ¿Es posible la utopía? Hemos pasado siglos tratando de realizarla y, es triste decirlo, no hemos llegado a mucho.
Dentro de las disciplinas que han vivido de los grandes problemas una de ellas ha sido la historia. Ella, más que cualquier otra. ¿Qué contaríamos los historiadores si todo hubiera sido paz y no hubiera existido, por ejemplo, la guerra de Independencia o la Revolución Francesa? ¿Qué reflexiones haríamos si la conquista, esa que tantos rencores y dolor le causa a muchos mexicanos, no hubiera existido? ¿Que hubiera pasado si a mi, Servando Teresa de Mier, no me hubieran mandado veinte años al exilio? Seguramente no habría historia que contar.
Si en algún futuro llegáramos a la sociedad perfecta, la sociedad sin problemas, sería el fin de la historia, literalmente. La historia, hijos míos, es movilidad, es cambio. En la sociedad perfecta no hay cambio, pues todo ya está resuelto. Todo sería estático y nada pasaría.
¿Estamos condenados a sufrir irremediablemente? ¿Debemos entonces dejarnos vencer porque, al final del día, no resolveremos nada? Por supuesto que no. El que nunca podamos resolver nuestros problemas no significa que vamos a permitir que se hagan más grandes. Por el contrario, debemos hacer todo lo posible para minimizarlos hasta donde se pueda. Y he ahí la historia, nuestra salvadora, porque a partir de su estudio podremos hacer un análisis y reflexión de los problemas pasados que nos permita resolver los presentes y los futuros.
Servando Teresa de Mier, desde el Convento de Las Caldas, en Europa.
¿A qué se dedica un médico? Cura enfermedades, obviamente. El sueño de todo médico serio y comprometido es acabar con nuestras grandes enfermedades: el cáncer, la diabetes y hasta el VIH. Sin embargo, nadie se ha puesto a pensar en lo que pasaría cuando las enfermedades desaparezcan de la faz de la tierra. Si eso pasa, ya no habrá necesidad de los médicos. ¡Ah! -me dirán- pero el caso de los médicos es especial. Bien, pongamos otro ejemplo: el de los abogados. Si la sociedad funcionara como debería de funcionar, no habría problemas que resolver, y los abogados saldrían sobrando (por lo menos la gran mayoría de ellos).
Podríamos citar más ejemplos de profesiones como éstas, las profesiones que viven de los problemas sociales de la humanidad. Si a cada disciplina le quedó el saco, que se lo ponga. Y es que visto así, pareciera que toda la vida la hemos dedicado a terminar con los grandes males que nos aquejan. Y entonces viene la pregunta incómoda, esa que tantos problemas y desvelos les ha causado a los pensadores: ¿Es posible una sociedad sin sufrimiento? ¿Es posible la sociedad perfecta? ¿Es posible la utopía? Hemos pasado siglos tratando de realizarla y, es triste decirlo, no hemos llegado a mucho.
Dentro de las disciplinas que han vivido de los grandes problemas una de ellas ha sido la historia. Ella, más que cualquier otra. ¿Qué contaríamos los historiadores si todo hubiera sido paz y no hubiera existido, por ejemplo, la guerra de Independencia o la Revolución Francesa? ¿Qué reflexiones haríamos si la conquista, esa que tantos rencores y dolor le causa a muchos mexicanos, no hubiera existido? ¿Que hubiera pasado si a mi, Servando Teresa de Mier, no me hubieran mandado veinte años al exilio? Seguramente no habría historia que contar.
Si en algún futuro llegáramos a la sociedad perfecta, la sociedad sin problemas, sería el fin de la historia, literalmente. La historia, hijos míos, es movilidad, es cambio. En la sociedad perfecta no hay cambio, pues todo ya está resuelto. Todo sería estático y nada pasaría.
¿Estamos condenados a sufrir irremediablemente? ¿Debemos entonces dejarnos vencer porque, al final del día, no resolveremos nada? Por supuesto que no. El que nunca podamos resolver nuestros problemas no significa que vamos a permitir que se hagan más grandes. Por el contrario, debemos hacer todo lo posible para minimizarlos hasta donde se pueda. Y he ahí la historia, nuestra salvadora, porque a partir de su estudio podremos hacer un análisis y reflexión de los problemas pasados que nos permita resolver los presentes y los futuros.
Servando Teresa de Mier, desde el Convento de Las Caldas, en Europa.
martes, 29 de mayo de 2012
Presentación del blog
Hace más de doscientos años, un doce de diciembre, mi vida cambió radicalmente. Me aventuré a pronunciar un sermón por el cual sufrí toda mi vida. La pintura de la virgen de Guadalupe no está en la tilma de Juan Diego. El Quetzalcoatl de los indios era en realidad Santo Tomás apóstol, venido a predicar la verdadera religión verdadera antes de la conquista de estas tierras. Se me ocurrió decir un par de chifladuras más. Alonso Núñez de Haro, en ese entonces arzobispo, presenció todo. Me condenó varios años al exilio en Europa.
En ese momento empezó mi gran aventura. Sufrí mucho: persecuciones, cárceles con ratas y chinches, etc. No pasó mucho tiempo cuando me enteré del golpe de Estado hacia el Virrey Iturrigaray, en 1808. Su esposa, en 1813, me entregó algunos papeles y me encargó escribir una obra en defensa del buen nombre de su marido. Así es como comencé a escribir la "Historia de la Revolución de la Nueva España Antiguamente Anáhuac". Pero lo que en ese momento era un panfleto de defensa al virrey, se convirtió en otra cosa. El movimiento de lucha por la independencia estaba en la etapa de Morelos. Yo comencé a ver con buenos ojos la emancipación de la madre patria.
Hubiera tomado las armas y luchado a favor de la causa, pero estaba miles de leguas alejado del lugar de los hechos. Así que usé la mejor arma que tenía a la mano: la pluma. Logré hacer una de las defensas más brillantes a favor del movimiento. Sin luchar cuerpo a cuerpo, y con el poder de las ideas ayudaron mucho a la conformación de una nación nueva. Eran aquellos tiempos momentos de profunda confusión. Hoy también vivimos momentos difíciles, y por eso he decidido escribir en este blog, para apoyar con mi pluma tal y como lo hice hace doscientos años.
Aquí hablaremos sobre muchos y muy variados temas, hijos míos. Puedo hablarles de política, yo que fui diputado del Primer Congreso Constituyente. Puedo hablarles de religión, yo que tengo mi tesis sobre Santo Tomás-Quetzalcoatl y la virgen de Guadalupe. Puedo hablarles de cultura, yo que fui miembro del Instituto Nacional de Francia. Puedo hablarles de historia, yo que hice la primer obra histórica sobre la independencia. En fin, hijos míos, puedo hablarles hasta de diversiones, yo que fui momificado y vendido a un circo.
Este blog es tuyo y mío, literalmente. No pretendo decirles la verdad ni ser objetivo. Eso es algo que ya ha quedado demostrado que no es posible. Por el contrario, lo que yo escribo aquí solo es una opinión. Estés de acuerdo con ella o no, no puedes despreciarla. Más aún, si no comulgas con lo que digo, comenta, debate, que podemos sacar una discusión muy interesante. En ese sentido, mi propósito es hacer declaraciones atrevidas que inviten a las polémicas.
Servando Teresa de Mier, hereje eterno y doctor en teología por la Universidad de México, desde San Juan de Ulúa.
En ese momento empezó mi gran aventura. Sufrí mucho: persecuciones, cárceles con ratas y chinches, etc. No pasó mucho tiempo cuando me enteré del golpe de Estado hacia el Virrey Iturrigaray, en 1808. Su esposa, en 1813, me entregó algunos papeles y me encargó escribir una obra en defensa del buen nombre de su marido. Así es como comencé a escribir la "Historia de la Revolución de la Nueva España Antiguamente Anáhuac". Pero lo que en ese momento era un panfleto de defensa al virrey, se convirtió en otra cosa. El movimiento de lucha por la independencia estaba en la etapa de Morelos. Yo comencé a ver con buenos ojos la emancipación de la madre patria.
Hubiera tomado las armas y luchado a favor de la causa, pero estaba miles de leguas alejado del lugar de los hechos. Así que usé la mejor arma que tenía a la mano: la pluma. Logré hacer una de las defensas más brillantes a favor del movimiento. Sin luchar cuerpo a cuerpo, y con el poder de las ideas ayudaron mucho a la conformación de una nación nueva. Eran aquellos tiempos momentos de profunda confusión. Hoy también vivimos momentos difíciles, y por eso he decidido escribir en este blog, para apoyar con mi pluma tal y como lo hice hace doscientos años.
Aquí hablaremos sobre muchos y muy variados temas, hijos míos. Puedo hablarles de política, yo que fui diputado del Primer Congreso Constituyente. Puedo hablarles de religión, yo que tengo mi tesis sobre Santo Tomás-Quetzalcoatl y la virgen de Guadalupe. Puedo hablarles de cultura, yo que fui miembro del Instituto Nacional de Francia. Puedo hablarles de historia, yo que hice la primer obra histórica sobre la independencia. En fin, hijos míos, puedo hablarles hasta de diversiones, yo que fui momificado y vendido a un circo.
Este blog es tuyo y mío, literalmente. No pretendo decirles la verdad ni ser objetivo. Eso es algo que ya ha quedado demostrado que no es posible. Por el contrario, lo que yo escribo aquí solo es una opinión. Estés de acuerdo con ella o no, no puedes despreciarla. Más aún, si no comulgas con lo que digo, comenta, debate, que podemos sacar una discusión muy interesante. En ese sentido, mi propósito es hacer declaraciones atrevidas que inviten a las polémicas.
Servando Teresa de Mier, hereje eterno y doctor en teología por la Universidad de México, desde San Juan de Ulúa.
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