La sociedad actual vive del sufrimiento. Parece escandaloso decirlo, pero es cierto. ¿No me creen? Pongamos un ejemplo simple.
¿A qué se dedica un médico? Cura enfermedades, obviamente. El sueño de todo médico serio y comprometido es acabar con nuestras grandes enfermedades: el cáncer, la diabetes y hasta el VIH. Sin embargo, nadie se ha puesto a pensar en lo que pasaría cuando las enfermedades desaparezcan de la faz de la tierra. Si eso pasa, ya no habrá necesidad de los médicos. ¡Ah! -me dirán- pero el caso de los médicos es especial. Bien, pongamos otro ejemplo: el de los abogados. Si la sociedad funcionara como debería de funcionar, no habría problemas que resolver, y los abogados saldrían sobrando (por lo menos la gran mayoría de ellos).
Podríamos citar más ejemplos de profesiones como éstas, las profesiones que viven de los problemas sociales de la humanidad. Si a cada disciplina le quedó el saco, que se lo ponga. Y es que visto así, pareciera que toda la vida la hemos dedicado a terminar con los grandes males que nos aquejan. Y entonces viene la pregunta incómoda, esa que tantos problemas y desvelos les ha causado a los pensadores: ¿Es posible una sociedad sin sufrimiento? ¿Es posible la sociedad perfecta? ¿Es posible la utopía? Hemos pasado siglos tratando de realizarla y, es triste decirlo, no hemos llegado a mucho.
Dentro de las disciplinas que han vivido de los grandes problemas una de ellas ha sido la historia. Ella, más que cualquier otra. ¿Qué contaríamos los historiadores si todo hubiera sido paz y no hubiera existido, por ejemplo, la guerra de Independencia o la Revolución Francesa? ¿Qué reflexiones haríamos si la conquista, esa que tantos rencores y dolor le causa a muchos mexicanos, no hubiera existido? ¿Que hubiera pasado si a mi, Servando Teresa de Mier, no me hubieran mandado veinte años al exilio? Seguramente no habría historia que contar.
Si en algún futuro llegáramos a la sociedad perfecta, la sociedad sin problemas, sería el fin de la historia, literalmente. La historia, hijos míos, es movilidad, es cambio. En la sociedad perfecta no hay cambio, pues todo ya está resuelto. Todo sería estático y nada pasaría.
¿Estamos condenados a sufrir irremediablemente? ¿Debemos entonces dejarnos vencer porque, al final del día, no resolveremos nada? Por supuesto que no. El que nunca podamos resolver nuestros problemas no significa que vamos a permitir que se hagan más grandes. Por el contrario, debemos hacer todo lo posible para minimizarlos hasta donde se pueda. Y he ahí la historia, nuestra salvadora, porque a partir de su estudio podremos hacer un análisis y reflexión de los problemas pasados que nos permita resolver los presentes y los futuros.
Servando Teresa de Mier, desde el Convento de Las Caldas, en Europa.
Mi estimado Padre Mier: ¿si la vida no tuviese problemas, de que otra forma podríamos vencernos como seres que somos dados a los retos? Creo que la gran pregunta radica en que sentido le damos a nuestras vidas; y a partir de ahí encontraremos la fuerza suficiente para vencer cualquier problema que se nos presente en el trayecto que tenemos perfilado para concretar nuestra misión. En el caso utópico que usted plantea de que existiera una sociedad sin problemas, propone que ya no cabría el quehacer del historiador (y de otros tantos profesionales) sin embargo creo que el quehacer de la escritura y la narrativa no podría tener tan triste fin; quizá la historia sería diferente, pero no creo que desapareciese... los seres humanos requerimos alimentar la imaginación, así que creo que el historiador tendría quehacer aún en los casos de su sociedad ideal. Para fortuna de las demás ramas del conocimiento, desafortunadamente tenemos buenas noticias, las enfermedades, las guerras, el hambre, los litios y otros tantos seguirán vigentes...
ResponderEliminarSaludos y felicitaciones por lo que nos comparte!